Sin nombre, tapa negra, 2007.

Tengo ganas de salir a manejar
ver un accidente
en un lugar muy alejado
y elegir
al más sano de los accidentados
un niño de cinco años
salvarlo de morir abrazado a las trenzas de su hermana
llevarlo a casa
como a un gato
calentarle los huesitos en la estufa
darle una
segunda oportunidad.











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Así que corro y corro y corro
por ramblas despejadas, bungalows abandonados y amarillos
las palmeras secas
ese lugar.
Un auto quema llantas en la entrada de la playa,
en la campera del muchacho veo todo el cariño que le tengo a esto.
Mi penita es como ese cuero
que ahora arranca.











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Son las tres de la mañana
hago fuerza para dormir
pero me molesta un ruido en la cocina.
Me levanto y la veo
mirando fijo la cafetera
las dos
tratando de sacarse algo oscuro de adentro.











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Después de la caída por el ducto
terminé en un sótano pequeño
como una cámara séptica.
Pasé varios días encerrado ahí
sin hambre y sin sed
hasta que mis dientes se hicieron más filosos
y mordiendo
pude excavar un túnel
que me llevó de nuevo a mi apartamento.











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Los domingos de noche no miramos fútbol
una camioneta grande nos lleva hasta el camino que va para la playa
llegamos hasta ahí
a rescatar juguetes olvidados en el agua
y a cambio tiramos leche vieja de la semana
envases de cerveza, latas.

A la vuelta cenamos
y lo que sobra lo guardamos en un tapper.
Por el calor
dormimos con la ventana abierta
pero nos tapamos hasta la cabeza
así nunca nos da miedo.
Somos como cachorros aprendiendo a ladrar
gritamos si entran mariposas.











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Hermanita y hermano juegan a la guerra.
Y se preparan en serio, mañana empieza.
Están buscando ollas oxidadas y la pala jardinera del jardín.
Munición.
Yo miro desde la casita roja a veces
y a veces miro este libro donde
un oso tiene la mano metida en un panal.
Y salen las abejas.
Y se preparan, porque ahora empieza.











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Una vez mi hermana tuvo hijos
y a los dos días desapareció de la maternidad.
La salimos a buscar en el auto
y después de horas la encontramos
flotando entre dos surtidores
en una estación de servicio de la rambla.
Volviendo al hospital
desde el asiento de atrás
nos contó de los enormes tanques que hay abajo
de cómo los camiones cisterna los llenaban
que ella estaba adentro
y que en la nafta nadaba crol y nadaba espalda.











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En este barrio hay un peinado
se hizo famoso
las chicas hacen cola desde enero
la señora de wilson las hace pasar de a una
cierra la persiana
las sienta en el sillón, hace una broma y les da un caramelo
todas saben pero ninguna dice nada.
Diez minutos y salen por atrás
locas de contentas con un pañuelo en la cabeza
se encierran en el baño y no se dejan ver.
Para el sábado tienen el pelo como antes
el martes ya piensan en volver.











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La canilla se da vuelta y tira el agua para arriba
y yo que no puedo enderezar ni un cuadro
intento guiar el chorro de nuevo hacia la tierra.
Mi hermano me dirige desde un árbol.

Esto fue hace mucho tiempo, cuando él todavía era rubio
y no tenía cigarros escondidos en los libros.
Ahora me levanto y lo llamo por teléfono
quedamos en encontrarnos
para ver el partido en algún lugar que tenga cable
porque yo no tengo y a él se lo cortaron.











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Once de la noche, la tele se ve como el ojete.
No dan nada, se terminaron aquellos
sábados de cine.
Mi padre se va quedando dormido
pienso en un lugar para ir
antes de quedarla yo también.
Entra mi hermano llorando de la calle
no, nada que ver
es que llueve y está empapado.
Nos miramos un segundo como saludándonos
y se va para el cuarto sin decir nada.
Tenemos puesta ropa del otro
él mi campera
yo el calzón.

Trato de imaginarme
que cosas me van a hacer acordar a esto
cuando ya no viva más en esta casa.











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Acá en el cyber de la esquina dicen
que no paran de jugar
hasta que no pasen de nuevo los bomberos por la puerta.
Las cervezas están en la heladera
y los dueños, peruanos y cansados,
se duermen encima del mostrador.
En eso llegamos nosotros y pedimos
una caja de nevada
y un encendedor de los negros
que son los que le gustan a ella.
Bajamos por la calle de vuelta
y mientras entramos al edificio
pienso
que si hubiéramos dejado las llaves adentro
miraríamos el amanecer desde los escalones
esperando la hora en que estuviera bien para llamar
y no despertar a nuestros padres.











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A veces sueño
que un arado nuevo me pasa por adentro
y me va licuando los órganos despacio
los hace líquidos y quedo muerto
como una botella enorme de vino tinto.

Visto desde afuera hasta parece lindo
saltitos en la cama
una mueca de dolor que pasa por sonrisa.











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Encuentro
una cuna en el pasto
con una nota adentro
la tinta está corrida por la lluvia
dice me llamo Carmen Aureliana Sosa
por favor que alguien me cuide y me dé de comer
soy sanita y tengo cuatro meses.
No hay bebé.
Miro alrededor
no hay una madre llorosa escondida atrás de un árbol. Nada.
Pienso.
Agarro una de las mantitas rosadas
me seco los pies porque
estuvo lloviendo mucho últimamente.











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No se que pensarás vos de mí
esta tarde de verano
los vasos como alfiles en un tablero de hule
las moscas con sed
es tristísimo
un día nos vamos a creer
que este es nuestro feudo
de dieciocho hasta uruguay
de ejido hasta la plaza independencia
yo como el rey, vos como la reina
y que la tierra es plana y que el mundo se termina ahí
que naciste para cebarme mate.











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Soñé que tenía una hija
que heredaba de mi
la perfección
de las manos.
De grande trabajaba en un cybercafé
y una noche
recibía un mail mío diciendo
que había nacido
para tocar el piano.









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